Novela gráfica con autoría de Rodolfo Santullo (guión) y Guillermo Hansz (dibujos) ambientada en un mundo imaginario, un Uruguay apócrifo a principios del siglo 20, dónde personajes históricos como José Pedro Varela, Delmira Agustini, Luís Alberto de Herrera y Horacio Quiroga, entre otros, viven aventuras.

2 de abril de 2014

El Club de los Ilustres: Conspiración en las Sombras. Página 1.

A partir de hoy, todos los miércoles y viernes vamos a estar compartiendo las páginas del primer capítulo del segundo volumen de El Club de los Ilustres, el cual verá la luz en junio. Están invitados.


1 de abril de 2014

"El Club de los Ilustres" en 365 Comics por Año (marzo/2013)

Retomo mis habituales paseos por la historieta latinoamericana actual y arranco por Uruguay, para encontrarme con una extraña creación del prolífico guionista Rodolfo Santullo, esta vez junto al dibujante Guillermo Hansz (quien lo acompañara en el unitario que vimos en la Antología Zombi). 
El Club de los Ilustres respeta casi religiosamente la consigna de The League of Extraordinary Gentlemen. Es una aventura clásica, ambientada a fines del Siglo XIX, con protagonistas a los que el lector (uruguayo) ya conoce a la perfección, y con un elemento novedoso: los héroes y villanos no son personajes de ficción, sino hombres y mujeres que existieron en la realidad, no tomados de la literatura uruguaya, sino de la historia del país hermano. Una vez más, un guionista charrúa nos invita a leer historietas con los libros de historia a mano, sobre todo a los que –como yo- desconocemos bastante la materia. De la decena de personajes con los que juega Santullo, yo sólo conocía a uno de los héroes y al villano más grosso, al que se revela casi sobre el final de la obra. 
Por suerte, el dato de que estos personajes existieron en la realidad (y más o menos en la misma época) es casi anecdótico. No hace falta conocer la vida y la obra de José Pedro Varela para engancharse con la historia, ni para entender por qué cada uno de estos tipos hace lo que hace. Por encima del guiño al conoisseur, está la aventura, que funciona muy bien y te atrapa desde el principio, aunque no tengas la más puta idea de quién es Delmira Agustini. Santullo te la presenta suscintamente como una mina audaz, corajuda y con muchos recursos, y ya está. Con eso alcanza y sobra para entender todo lo que va a hacer Delmira en la historieta.
La aventura en sí es bastante más light que las de los Extraordinary Gentlemen de Alan Moore y Kevin O´Neill, en parte porque Santullo la desarrolla (con introducción, nudo y desenlace) en menos de 75 páginas, y porque hay un clima más distendido, más festivo. Lo que está en juego no es moco de pavo (los héroes tendrán que desactivar una conjura que planea derrocar al presidente Cuestas mediante un golpe de estado), pero el tono de la obra deja margen para varios diálogos claramente en joda y 
unas cuantas situaciones más cómicas, de esas que metían Hergé o Franquin a modo de respiro, de recreo, en el medio de las trepidantes aventuras de Tintín o Spirou. 
La referencia a Spirou sirve también para hablar del dibujo de Guillermo Hansz, claramente influenciado por el del maestro André Franquin. Como esto está pensado para blanco y negro, la mancha, la pincelada y hasta la laguna de tinta tienen mucho más peso gráfico que en cualquier álbum de Spirou. Sin embargo, los personajes se ven y se mueven de un modo muy similar a los de Franquin: Manos grandes, orejas enormes, cabezas un toque desproporcionadas para que se luzcan más las expresiones faciales, piernas flaquitas, pies largos y un lenguaje corporal siempre cercano a la pantomima, simepre propenso a la exageración con fines humorísticos. En este estilo, Hansz logra una performance muy notable, con un gran criterio para la narrativa, mucha versatilidad en la planificación y el armado de las páginas (en Spirou jamás vimos el truco de acentuar el impacto de ciertas imágenes mediante la eliminación de los marcos de las viñetas, entre otros recursos que despliega Hansz). Además está muy bien recreado el período histórico y sobre todo hay mucho énfasis por parte del dibujante en respetar y subrayar el clima de “es una aventura a todo o nada, pero no por eso hay que tomársela demasiado en serio” que claramente transmite el guión de Santullo.

Si no le entrás con altísimas pretensiones, el combo que te ofrece El Club de los Ilustres funciona muy bien. No es un comic fundamental como The League of Extraordinary Gentlemen, pero es un entretenimiento dignísimo, con un muy buen ritmo, diálogos muy ingeniosos y una atención muy especial puesta en la diversión. La idea de Santullo y Hansz es que -aunque no seas un erudito, incluso aunque seas una bestia cuadrada que no sabe ni siquiera quién es Horacio Quiroga- la pases bien, te sientas involucrado en este relato steampunkero de buenos y malos. Por suerte, esta meta se cumple con creces, tanto que me dieron ganas de googlear los nombres de los personajes que no conocía, a ver quién carajo eran y de dónde sacaron la chapa para ser considerados “ilustres” por los autores de este comic...


Andrés Accorsi
http://365comicsxyear.blogspot.com/2014/03/23-03-el-club-de-los-ilustres.html

"El Club de los Ilustres" en La Bitácora de Maneco (julio/2013)

LA LIGA DE LOS BOTIJAS EXTRAORDINARIOS


 

El Club de los Ilustres. Guión: Rodolfo Santullo. Dibujos: Guillermo Hansz.Ilustración: Ignacio Calero. Portada: Guillermo Hansz. El Club de los Ilustrescreado por Rodolfo Santullo, Richard Danta e Ignacio Calero. 88 páginas en blanco y negro. Grupo Belerofonte / Estuario Editora. ISBN: 978-9974-98-732-6. Uruguay, fines de 2012.

Imaginen un manual de historia uruguaya escrito por un autor de ciencia-ficción y no por un historiador. Imaginen algo aún más específico, un manual de historia uruguaya escrito por un autor de ciencia-ficción de la era pulp, capaz de amalgamar discursos y figuras históricas reales y reconocibles de fines del siglo XIX, en el escenario de una Banda Oriental apócrifa y victoriana, donde la robótica de avanzada puede convivir (y, de hecho, lo hace natural y orgánicamente) con los ponchos y las tacuaras. Imaginen el resultado de estos cruces históricos tan efectivos como improbables como un texto de lectura arrebatada, parte folletín decimonónico y parte thriller de espionaje superheroico (o todo lo superheroico que permitan estas costas), encarado como una comedia de enredos.


Ahora no imaginen más. Sólo déjense llevar por El Club de los Ilustres, primera de una larga (espero) serie de novelas gráficas firmadas por Rodolfo Santullo y Guillermo Hansz, en base a conceptos generales desarrollados por Santullo, Richard Danta e Ignacio Calero, protagonizada por un heterogéneo club de ilustres (en su amplia mayoría) más conocidos del otro lado del Río de la Plata que de éste. El intelectual, periodista y político José Pedro Varela; la poetisa y activista femenina Delmira Agustini, el caudillo militar Aparicio Saravia; y el escritor Horacio Quiroga, reunidos y comandados por Lorenzo Latorre, militar y político que supo ser Gobernador de facto y Presidente constitucional, detalle a tener en cuenta al abordar la trama política, marcada por intentonas golpistas, la profanación de cuerpos presidenciales y una mirada humorística y liviana que le da el tono justo y necesario a la ficción.


Y si piensan que esta inmejorable muestra del imaginario charrúa es deudora de La Liga de los Caballeros Extraordinarios, están en lo cierto. Pero no se dejen apurar por el prejuicio. Así como en La comunidad (verhttp://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2013/07/el-horror.html), Santullo partía de M. Night Shyamalan para llegar a otros puertos; aquí se permite (y nos permite) una relectura latinoamericana de la premisa original de Alan Moore y Kevin O’Neill tan maltratada por el cine hollywoodense. Al abrevar tanto en la raíz británica de la ciencia-ficción especulativa como en la naturaleza sainetera del grotesco criollo, El Club de los Ilustres termina conformando un nuevo género narrativo, hibridación superadora de todo aquello que lo alimenta y nutre. Especie de Steampunk rioplatense, de romántica ucronía retrofuturista que, al tomar distancia de la realidad, nos enfrenta con algunos dilemas identitarios locales que venimos arrastrando desde las fundaciones patrias.


Por favor, que siga El Club de los Ilustres. Y, de ser posible, hagan algo con Piria. Semejante personaje necesita del tratamiento Santullo & Co.

Fernando Ariel García



"El Club de los Ilustres" en Voces del Frente (set/2012)


"El Club de los Ilustres" en la diaria (7 de septiembre de 2012)

El club de los ilustres, de Rodolfo Santullo (guión) y Guilermo Hansz (arte) admite varias lecturas. Para empezar tenemos una historia de aventuras cargada de humor, en la que los diálogos de Santullo y los dibujos de Hansz parecen perfectamente amalgamados. El estilo de Hansz, por supuesto, favorece esta lectura, desde algunas de sus influencias más reconocibles –entre ellas el belga Peyo (Los Pitufos, Johan y Pirluit) y el catalán Francisco Ibáñez (Mortadelo y Filemón).
La trama está instalada en una historia alternativa de Uruguay, en la que José Pedro Varela no murió en 1879 y vivió al menos hasta 1899 para integrar –junto a Horacio Quiroga, Delmira Agustini y Aparicio Saravia– una suerte de fuerza de elite (“Los Ilustres”, aunque, en rigor, esa designación no aparece en la ficción) armada para detener a Máximo Santos, que intenta regresar al gobierno por la fuerza sirviéndose de una poderosa embarcación de guerra (un “fabuloso barco fluvial”, al decir de Philip José Farmer en su célebre saga El mundo del río). Para detener el barco de Máximo Santos, Los Ilustres cuentan con la asistencia de Vaz Ferreira, quien –al mejor estilo Q, de las ficciones de James Bond– pone en sus manos un aparato volador tomado de los diseños de Leonardo DaVinci.
Este breve resumen argumental habilita el pasaje a otro nivel de lectura, esta vez desde la ciencia ficción. La novela gráfica de Santullo y Hansz, entonces, puede leerse desde las coordenadas de varios subgéneros derivados del cyberpunk, en particular el steampunk,basado en la construcción de una tecnología derivada de las máquinas de vapor de la primera mitad del siglo XIX. En El club de los ilustres encontramos guiños a ese subgénero, por ejemplo el gigantesco barco de Máximo Santos, pero también –más adelante en la historia– aparece una suerte de mecha o robot de combate eminentemente steampunk. El mismo proceso de extrapolación tecnológica basado en la maquinaria de vapor aparece, desplazado hacia los diseños de DaVinci, en la máquina voladora inventada por Vaz Ferreira, que podría pensarse como un guiño a otro subgénero reciente de la ciencia ficción, el clockpunk, también extrapolación de tecnologías premodernas pero, en este caso, mediante una estética de engranajes y relojería que suele evocar el Renacimiento (en las novelas de la serie Whitechapel Gods, de S.M.Peters, por ejemplo).
En rigor, el antecedente más claro de El club de los ilustres es la serie de historietas The league of extraordinary gentlemen (La liga extraordinaria es la traducción más frecuente al castellano, derivada de la película de 2003 que intentó adaptar el primer libro de la saga), escrita por Alan Moore e ilustrada por Kevin O’neill, en la que la consigna, más que movilizar personajes históricos como hace Santullo, es crear un espacio narrativo en el que pueden convivir personajes de ficción de todas las épocas, desde las novelas de Edgar Rice Burroughs (especialmente las de la serie de Marte, protagonizadas por John Carter) y Ridder Haggard (Las minas del Rey Salomón, por ejemplo) hasta J.K.Rowling, pasando por H.G.Wells, H.P.Lovecraft, Bram Stoker, Virginia Woolf, C.S.Lewis, George Orwell y John Wyndham. Así, en el primer volumen encontramos a Mina Harker (de Dracula), el Capitán Nemo (de 20.000 leguas de viaje submarino), Allan Quatermain (de Las minas del Rey Salomón), el Dr.Jekyll (de El extraño caso del Dr.Jekyll y el señor Hyde), entre otros (incluyendo a Fu Manchú, el hombre invisible, el profesor Moriarty y el Hombre Invisible). En los primeros dos volúmenes de La liga, Moore hace un uso bastante notorio de la estética steampunk, lo cual permite trazar otra línea de parecido con El club de los ilustres.
También desde la ciencia ficción es evidente que El club… no es una ucronía; es decir, al no ofrecer los hechos ficticios como “derivados” de un cambio concreto en la historia que conocemos (lo que ha sido llamado un “punto Jonbar” o “punto de inflexión”) y, por tanto, al no haber un énfasis en una suerte de “explicación” de la naturaleza histórica de ese mundo alternativo, la trama queda instalada en un espacio diferente, cuyas reglas tienen más que ver con una anacronía deliberada o con una especulación libre en base a algunas premisas históricas.
Una tercera línea de lectura de El club de los ilustres la pone en relación con el recienteboom del comic histórico en Uruguay. No es difícil, de hecho, argumentar que ese auge de las historietas con temática histórica fue de alguna manera impulsado por trabajos de Santullo, en particular Los últimos días del Graf Spee y Acto de Guerra (ambos proyectos financiados por los Fondos Concursables del MEC e ilustrados por Matías Bergara); es interesante entonces que, pasados ya cuatro años desde la publicación de Los últimos días…, Santullo publique una historieta que aborda la historia desde una perspectiva completamente diferente, ya sea humorística, paródica o subordinada a las pautas de cierta ciencia ficción. Se trata, por supuesto, de un abordaje notoriamente más libre –que no teme a desacralizar ciertas figuras; por ejemplo en la memorable aparición de José Batlle y Ordoñez en plan Bud Spencer, hacia la página 27), que se traduce en la evidente fluidez y agilidad del libro. El club de los ilustres, entonces, se lee en un suspiro y deja al lector con una sonrisa; servirá, además, como revelación del talento de Guillermo Hansz, que hace aquí su –auspicioso– debut en el mundo del cómic.
Ramiro Sanchiz
 Publicada en La Diaria el 7 de septiembre de 2012